Por: Equipo Auditool

Escalé la pirámide corporativa durante dos décadas. Hoy puedo admitir algo impensable en mi camino ascendente: cometí errores. Muchos. Y los más costosos no aparecen en ningún manual de auditoría.

Cuando me nombraron socio, había dominado NIIF, NIA y modelos de negocio complejos. Pero nadie me preparó para lo más difícil: liderar personas en sus peores momentos y mantener mi humanidad intacta mientras los números me perseguían.

Este no es un artículo pulido para LinkedIn. Es una confesión real. Una carta desde el futuro que yo hubiera necesitado leer hace años.

ERROR #1: Confundí excelencia técnica con capacidad de liderazgo

A mis 32 años era el gerente estrella. Cuando me promovieron, asumí que mi fórmula era simple: hacer todo yo mismo, más rápido y mejor.

Revisaba obsesivamente cada cédula, reescribía informes, me quedaba hasta las 2 AM "corrigiendo" el trabajo de otros. Los resultados fueron excelentes. Las evaluaciones de mi equipo fueron brutales: "No confía en nosotros", "Micromanagement extremo".

Perdí a mi mejor auditora ese año. En su carta de despedida escribió: "Necesito un líder que crea en mí, no uno que me reemplace constantemente."

La lección: Tu trabajo como líder no es ser el mejor auditor del equipo. Es multiplicar la excelencia a través de otros. Cada vez que "rescatas" un trabajo porque "nadie lo hace como tú", envías un mensaje devastador: "No confío en ti."

Hoy pregunto: "¿Qué necesitas de mí para que esto sea un 9/10?" El 9/10 que ellos logran con mi guía vale más que el 10/10 que yo hago mientras ellos observan frustrados.


ERROR #2: Sacrifiqué personas por deadlines (y lo llamé "profesionalismo")

Recuerdo el rostro de Daniela cuando le pedí cancelar sus vacaciones familiares ya aprobadas porque el cliente había movido el cierre. "Es solo esta vez," le dije. Ella aceptó. Su familia viajó sin ella. Tres meses después renunció.

Lo peor no fue perderla. Fue darme cuenta de que esa "emergencia" no era real. Era mala planificación mía y mi incapacidad para poner límites profesionales saludables.

La lección: Las fechas límite son importantes. Las personas son insustituibles. Cada vez que prioricé un deadline sobre el bienestar del equipo sin cuestionar si era inevitable, erosioné la confianza. Y la confianza no se recupera con una disculpa y un bono.

Hoy me pregunto: ¿Esto es inevitable o consecuencia de mala planificación? ¿Estoy distribuyendo el peso equitativamente? ¿Qué estoy dispuesto a sacrificar yo personalmente?


ERROR #3: Evité las conversaciones difíciles hasta que se volvieron imposibles

Carlos era un gerente con potencial, pero su comunicación con clientes era abrasiva. Evité hablar con él durante dos años porque esas conversaciones me incomodaban profundamente.

Cuando finalmente fue pasado por alto para un ascenso, vino devastado. Al darle el feedback que había evitado, su respuesta me destrozó: "¿Por qué nadie me dijo esto antes? Pude haber trabajado en ello."

La lección: Evitar conversaciones difíciles no es amabilidad. Es cobardía disfrazada de empatía. Lo cruel no es decir la verdad incómoda con respeto. Lo cruel es permitir que alguien camine con las agujetas desatadas hasta que tropiece.

Hoy tengo una regla: Si algo me preocupa de un miembro del equipo, tengo 72 horas para abordarlo o soltarlo para siempre. No puedo guardarlo como munición para evaluaciones futuras.


ERROR #4: Asumí que el éxito se veía igual para todos

Durante años diseñé planes de carrera basados en mi propia trayectoria. Patricia era excepcional. Le propuse un proyecto internacional con 60% de viaje. "Es tu oportunidad," le dije. Ella declinó.

Finalmente me dijo la verdad: acababa de adoptar un niño, y viajar constantemente era incompatible con su vida. Su éxito no se veía como el mío.

Al principio lo interpreté como "falta de ambición." Me equivoqué catastróficamente.

La lección: Imponer mi definición de éxito sobre otros es arrogancia, no liderazgo. Hay auditores extraordinarios que no quieren ser socios. Hay gerentes brillantes que valoran balance sobre billings. Y eso no los hace menos profesionales.

Hoy pregunto: "¿Cómo se ve el éxito para ti? ¿Qué estás dispuesto a sacrificar y qué no es negociable?"


ERROR #5: Prioricé ser respetado sobre ser accesible

Cuando llegué a socio con 38 años, sentía síndrome del impostor. Mi estrategia defensiva fue crear distancia: formalidad excesiva, poca disponibilidad, puertas cerradas. Pensaba que proyectaba seriedad.

El resultado: cuando había problemas pequeños, el equipo los ocultaba hasta que se volvían grandes. Yo había construido un muro que solo se escalaba en emergencias.

La lección: El respeto verdadero no viene de la distancia, viene de competencia combinada con humanidad. La accesibilidad no te hace débil. Te hace efectivo.

Hoy tengo "office hours" dos veces por semana donde cualquiera puede llegar sin agenda. Y he aprendido a decir "No sé" y "Me equivoqué" sin sentir que destruye mi credibilidad.


La confesión final

Estos cinco errores me costaron personas excepcionales y años de efectividad limitada. Pero me enseñaron algo fundamental: el liderazgo no es una competencia técnica que dominas; es una práctica humana que perfeccionas fallando, reflexionando, y teniendo la humildad de cambiar.

Los líderes que más recordamos no son los que nunca se equivocaron, sino los que tuvieron el coraje de admitir sus errores y el carácter para no repetirlos.

Cuando un gerente joven busca mi consejo, no le hablo de mis éxitos. Le cuento estas historias. Porque la verdadera generosidad no es compartir lo que hiciste bien; es advertir sobre los hoyos en los que caíste.

¿Y tú? ¿Qué error de liderazgo estás cometiendo hoy que tu yo del futuro deseará haber abordado antes?

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