La labor del auditor o del profesional de control interno va mucho más allá de identificar hallazgos o validar controles. Su presencia, comportamiento, comunicación y actitud proyectan la imagen de la función misma y del sistema de control dentro de la organización. No basta con ser auditor; es también esencial parecer auditor —es decir, transmitir credibilidad, profesionalismo y rigor— para que el trabajo tenga influencia, aceptación y genere cambio.
En un entorno organizacional cada vez más exigente, digitalizado y basado en confianza, el auditor interno y el responsable de control deben asumir un rol integral: técnico, ético, comunicativo y representativo. Este artículo propone una guía práctica para quienes se desempeñan en estas áreas, con acciones concretas para vivir la auditoría y el control interno con excelencia.
Acciones clave para proyectar profesionalismo y construir confianza
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Cuidar la presentación y actitud profesional. La forma en que te presentas —desde tu vestimenta hasta tu puntualidad, lenguaje corporal y saludo— comunica respeto por la entidad auditada y por tu rol. Mostrar seriedad, preparación y cortesía genera confianza en el interlocutor.
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Presentar al equipo y sus capacidades ante la alta dirección. Cuando el equipo auditor se presenta ante los responsables de la entidad, es importante exponer no solo el trabajo en sí, sino quién lo realiza, con qué competencias y bajo qué enfoque. Esto transmite transparencia, credibilidad y evita que la auditoría se perciba como una actividad aislada.
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Solicitudes e información clara, suficiente y oportuna. La información solicitada debe ser la necesaria, relevante y entregada a tiempo. формular peticiones de forma ordenada, respetuosa y con criterios bien definidos evita percepciones de improvisación o de sobrecarga innecesaria.
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Demostrar organización y coherencia interna del equipo auditor. El equipo de auditoría debe funcionar como modelo: puntualidad, orden, metodología, comunicación interna fluida y documentación al día. La forma en que el auditor organiza su propio trabajo refuerza la percepción de profesionalismo.
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Evitar improvisar y trabajar con anticipación. La planificación es clave: preparar programas, guías de auditoría, cronogramas y logística permite anticipar riesgos, optimizar recursos y reducir sorpresas. Llegar sin plan o improvisar la mayoría del trabajo perjudica la credibilidad.
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Tratar con respeto a todos los niveles de la organización auditada. Ser profesional implica reconocer que todos los niveles (directivos, mandos medios, operativos) tienen un rol. Evitar juicios apresurados, calificativos personales o actitudes arrogantes favorece la colaboración y aceptación de resultados.
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Mantener correspondencia formal y registro de comunicaciones. Todas las comunicaciones (oficios, correos electrónicos, invitaciones a reuniones) deben reflejar claridad, formalidad, buen estilo y coherencia con el perfil del auditor. Un mal oficio o una redacción descuidada puede afectar la percepción del trabajo.
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Actuar con independencia y objetividad perceptibles. Más allá de la independencia real, es importante que esta se perciba: evitar relaciones de excesiva familiaridad con la entidad auditada, no asumir roles de gestión, mantener distancia profesional apropiada. La característica “parecer independiente” es tan relevante como “ser independiente”.
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Documentar el proceso con método y diligencia. Los papeles de trabajo deben estar estructurados, referenciados, con firmas, fechas y evidencia completa. Esta documentación refuerza lo que se es, pero también lo que se parece. Un trabajo bien documentado no solo ayuda a sustentar hallazgos, sino a demostrar profesionalismo.
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Comunicar de forma clara, oportuna y con tacto. Al presentar resultados, sobre todo a niveles directivos, no solo importa el contenido técnico sino la forma: lenguaje comprensible, enfoque constructivo, presentación visual adecuada, tono correcto. El auditor que sabe comunicar multiplica su impacto.
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Mantener confidencialidad y reserva profesional. Atender información delicada con prudencia, cuidar la privacidad de los datos, respetar la cadena de custodia de la evidencia y evitar filtraciones fortalece la percepción del auditor como guardián del control interno.
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Ser puntual en todo momento y respetar tiempos y espacios. Llegar a reuniones a la hora, cumplir plazos, respetar los horarios de la entidad, no abandonar antes sin avisar, son señales que refuerzan el compromiso. La puntualidad es parte de “parecer auditor”.
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Solicitar la identificación adecuada durante la comisión de trabajo. Una práctica simple —tener identificación visible, solicitar credencial para el equipo auditor— refuerza la transparencia del proceso y la visibilidad del rol del auditor dentro de la entidad.
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Mantener formación continua y adaptar el lenguaje técnico al contexto actual. El auditor moderno debe vivir la actualización constante: tecnología, control remoto, automatización, análisis de datos. Saber hablar el idioma actual del control interno refuerza la percepción de competencia.
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Incorporar actitud proactiva de mejora, no solo de hallazgo. “Parecer auditor” implica no solo señalar debilidades sino también proponer soluciones y mejoras. Esto contribuye al valor agregado de la función y refuerza la imagen de auditor que construye, no solo que critica.
Reflexión final
Para los profesionales de auditoría interna y control interno, la frase “no basta ser, sino también parecer” adquiere un significado profundo: la credibilidad, la influencia y el impacto del trabajo dependen tanto de lo que se hace como de cómo se hace, comunica y representa. Vivir este enfoque fortalece la función, mejora la cultura de control y contribuye al buen gobierno de la entidad.
Asumir el rol con competencia técnica, ética y representación profesional transforma no solo los resultados de auditoría, sino la percepción y la aceptación del mismo dentro de la organización.

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