Por: Equipo Auditool

Análisis de la teoría del fraude de Cressey y su aplicación actual

Cuando pensamos en fraude, es común imaginar a delincuentes o personas con una clara intención de engañar. Sin embargo, la realidad es más compleja: muchas veces, el fraude es cometido por personas que, en otras circunstancias, serían consideradas honestas. ¿Por qué sucede esto? ¿Qué lleva a un individuo con valores éticos y sin antecedentes fraudulentos a tomar decisiones deshonestas?

Para responder a estas preguntas, el criminólogo Donald Cressey desarrolló una de las teorías más influyentes en la lucha contra el fraude: el triángulo del fraude. Su modelo explica los factores clave que impulsan a una persona a cometer fraude y sigue siendo relevante en la actualidad. En este artículo, exploraremos esta teoría y su aplicación en el mundo moderno de la auditoría y la prevención del fraude.


El triángulo del fraude de Cressey

Donald Cressey realizó estudios en la década de 1950 para comprender por qué algunas personas traicionaban la confianza depositada en ellas y cometían fraude. A partir de sus investigaciones, concluyó que el fraude ocurre cuando convergen tres elementos esenciales:

1. Presión (o motivación)

Se refiere a la necesidad o incentivo que impulsa a una persona a cometer fraude. Generalmente, está relacionada con problemas financieros, presiones laborales o deseos personales que no pueden satisfacerse por medios legítimos. Algunos ejemplos incluyen:

  • Deudas o problemas económicos personales (hipotecas, deudas de juego, gastos médicos inesperados).
  • Presión por alcanzar metas laborales inalcanzables (cuotas de ventas, bonos por desempeño).
  • Estilo de vida por encima de sus ingresos reales (mantener una imagen de éxito).

Es importante destacar que esta presión no siempre es externa; en muchos casos, es autoimpuesta por el individuo debido a expectativas personales o sociales.

2. Oportunidad

Es la circunstancia que permite que el fraude ocurra sin ser detectado o castigado. Esta oportunidad surge principalmente por:

  • Controles internos deficientes (falta de supervisión, segregación inadecuada de funciones).
  • Acceso a información o activos clave (empleados con poder sobre pagos, registros contables o sistemas informáticos).
  • Confianza excesiva en ciertos empleados (cuando un trabajador con historial impecable no es cuestionado ni auditado).

Si una persona bajo presión encuentra una brecha en el sistema de control, la probabilidad de cometer fraude aumenta significativamente.

3. Racionalización

Este es quizás el elemento más interesante desde la perspectiva psicológica. La racionalización es el proceso mediante el cual una persona justifica su acto deshonesto para evitar sentirse culpable. Algunas de las racionalizaciones más comunes son:

  • "Solo lo tomaré prestado y lo devolveré después."
  • "Me lo merezco; no me pagan lo suficiente."
  • "Nadie se dará cuenta."
  • "Todos lo hacen, no es gran cosa."
  • "La empresa tiene mucho dinero, no le hará falta."

La racionalización es lo que permite que una persona que normalmente actúa con integridad se convenza que su acción no es realmente incorrecta.


Aplicación actual del triángulo del fraude

Aunque el modelo de Cressey se desarrolló hace más de 70 años, sigue siendo una referencia clave en auditoría y prevención del fraude. Veamos cómo se aplica hoy en día:

1. Identificación de riesgos en empresas

Las organizaciones utilizan el triángulo del fraude para evaluar y reducir riesgos en su estructura:

  • Presión → Se analizan factores que podrían generar estrés financiero en los empleados (bajos salarios, alta rotación, expectativas de rendimiento irreales).
  • Oportunidad → Se implementan controles internos sólidos, como auditorías regulares y separación de funciones.
  • Racionalización → Se fomenta una cultura de ética e integridad con capacitación constante y códigos de conducta claros.

2. Uso en investigaciones de fraude

Los investigadores de fraude aplican el modelo para entender las motivaciones del defraudador. Al analizar estos tres elementos, pueden identificar vulnerabilidades y mejorar las medidas de prevención.

3. Evolución hacia el "diamante del fraude"

En años recientes, expertos como David Wolfe y Dana Hermanson han propuesto una versión actualizada del triángulo del fraude: el diamante del fraude, que agrega un cuarto factor: la capacidad. Este elemento resalta que, además de presión, oportunidad y racionalización, la persona debe poseer ciertas habilidades o posición estratégica para cometer el fraude sin ser detectada.


Conclusión: ¿Cómo prevenir el fraude basándonos en la conducta humana?

El estudio del comportamiento humano es clave para prevenir el fraude. Para minimizar los riesgos, las organizaciones deben abordar los tres elementos del triángulo del fraude con estrategias efectivas:

Reducir la presión → Ofrecer apoyo financiero y bienestar laboral a los empleados.
Eliminar oportunidades → Implementar controles internos estrictos y auditorías continuas.
Limitar la racionalización → Promover una cultura organizacional ética y transparente.

Si bien el fraude nunca podrá eliminarse por completo, comprender por qué la gente "honesta" lo comete nos permite estar un paso adelante en su prevención. Aplicando los principios del triángulo del fraude, podemos crear entornos donde la integridad y la transparencia sean la norma, y no la excepción.

 

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