Por: CP Iván Rodríguez. Colaborador de Auditool.
Conocer la historia de la auditoría, más que un ejercicio académico, es una herramienta esencial para comprender su propósito, evolución y relevancia en el mundo actual. Desde sus orígenes en las civilizaciones antiguas hasta su consolidación como profesión moderna, la auditoría ha sido un reflejo de las necesidades económicas, sociales y políticas de cada época. Entender este recorrido histórico ofrece múltiples beneficios, tanto para los profesionales del campo como para las organizaciones y la sociedad en general, al destacar su rol como garante de la transparencia y la confianza. Su historia revela que su esencia ha sido siempre la misma: garantizar la integridad en la gestión de recursos. Desde el antiguo Egipto, donde los escribas verificaban los bienes del faraón o en la Revolución Industrial, cuando los inversores exigían revisiones independientes de las empresas, el objetivo central ha sido prevenir el fraude, detectar errores y asegurar que los registros reflejen la realidad. Conocer estos orígenes permite a los auditores modernos valorar la importancia de su trabajo más allá de las normativas actuales, conectándolos con una misión atemporal de protección y rendición de cuentas. El presente artículo muestra algunos aspectos de la historia de la auditoría, desde el antiguo Egipto hasta el Renacimiento. Posteriormente, se abordará desde la Revolución Industrial a nuestros días.
El concepto de auditoría tiene raíces profundas que se remontan a las civilizaciones antiguas, cuando los gobernantes, administradores y líderes comunitarios reconocieron la necesidad de establecer mecanismos efectivos para supervisar y garantizar el uso adecuado de los recursos públicos y privados. Este proceso, aunque rudimentario en sus inicios, sentó las bases para lo que hoy conocemos como auditoría moderna, un pilar esencial en la gestión financiera y la rendición de cuentas. En las civilizaciones del antiguo Egipto y Mesopotamia, la auditoría surgió como una respuesta práctica a la complejidad de sus economías y sistemas administrativos. Los escribas, figuras clave en estas sociedades, desempeñaban un rol fundamental al registrar minuciosamente los bienes del Estado, las cosechas, los tributos y las transacciones comerciales en tablillas de arcilla o papiros. Estos registros servían como un inventario y a la vez, como una herramienta de control. Se cree que existían supervisores o inspectores designados específicamente para verificar la exactitud de estos documentos, asegurándose de que no hubiera discrepancias entre lo registrado y la realidad. Aunque no se les llamaba "auditores" en el sentido moderno, su labor de revisión y validación representaba una forma temprana de auditoría, enfocada en prevenir el fraude y garantizar la integridad de los recursos manejados por los gobernantes y comerciantes. En Egipto, por ejemplo, la administración centralizada del faraón dependía de estos controles para gestionar los almacenes de grano y las grandes construcciones, mientras que en Mesopotamia, las ciudades-estado como Babilonia usaban sistemas similares para supervisar el comercio y los impuestos. Este enfoque reflejaba una necesidad universal de transparencia en sociedades donde la confianza en los administradores no era suficiente por sí sola.
Con el paso del tiempo, las civilizaciones clásicas de Grecia y Roma refinaron estos conceptos iniciales, adaptándolos a estructuras políticas y económicas más sofisticadas. En la antigua Grecia, particularmente en Atenas durante el periodo democrático, se introdujeron controles más formales sobre los fondos públicos. Los magistrados y ciudadanos encargados de manejar el erario estaban sujetos a revisiones periódicas por parte de funcionarios independientes, conocidos como logistai, quienes examinaban las cuentas para detectar irregularidades o malversaciones. Este sistema buscaba proteger los recursos de la polis (ciudad) y fortalecer la responsabilidad en una sociedad que valoraba la participación ciudadana.
En Roma, la auditoría adquirió una dimensión más estructurada y un nombre que perdura hasta nuestros días. El término "auditor" proviene del latín “audire”, que significa "escuchar", y se refiere a la práctica de los auditores romanos que escuchaban las declaraciones orales de los responsables financieros antes de revisar sus registros. Estos auditores, a menudo funcionarios públicos o senadores, tenían la tarea de inspeccionar las cuentas de las provincias, los impuestos recaudados y los gastos militares, asegurándose de que los recursos del Imperio se manejaran con eficiencia y honestidad. Un ejemplo notable es el “cursus honorum”[1], donde los magistrados rendían cuentas al finalizar sus mandatos, sometiendo sus libros a un escrutinio detallado. Este proceso, además de prevenir la corrupción, también fortalecía la confianza en la administración romana, un elemento crucial para mantener un imperio tan vasto.
El desarrollo de la auditoría durante la Edad Media y el Renacimiento refleja las transformaciones sociales, económicas y políticas de estas eras. En la Edad Media, la economía estuvo dominada por estructuras feudales y eclesiásticas, y la auditoría se centró en la supervisión de los bienes y recursos de la nobleza y las instituciones religiosas. Los señores feudales, cuyos dominios abarcaban amplias tierras y propiedades, dependían de administradores o mayordomos para gestionar sus fincas, recolectar rentas y supervisar la producción agrícola. Para evitar fraudes o mala administración, se implementaban revisiones periódicas de las cuentas, a menudo realizadas por escribanos o clérigos de confianza. Estos controles, aunque básicos, buscaban garantizar que los ingresos coincidieran con lo esperado y que los recursos no fueran mal utilizados.
Las instituciones religiosas, como monasterios y catedrales, también desempeñaron un papel clave en este periodo. Dado que muchas de ellas acumulaban riquezas considerables a través de donaciones, diezmos y tierras, era esencial mantener registros detallados de sus activos y gastos. Los monjes o clérigos con habilidades contables actuaban como auditores internos, revisando los libros para asegurar la transparencia y el cumplimiento de las normas eclesiásticas. Este enfoque no solo protegía los bienes de la Iglesia, sino que también reforzaba su autoridad moral al demostrar una gestión responsable.
Con la llegada del Renacimiento, el panorama cambió drásticamente debido al auge del comercio y la emergencia de una economía más dinámica. Las ciudades-estado italianas, como Venecia, Génova y Florencia, se convirtieron en centros de actividad mercantil, y los comerciantes comenzaron a adoptar sistemas contables más formales para rastrear sus operaciones. La introducción de la partida doble por Luca Pacioli en 1494, descrita en su obra “Summa de Arithmetica[2]”, marcó un hito en este proceso. Este método, que registraba tanto débitos como créditos, permitió una mayor precisión en los libros contables y facilitó la verificación de las transacciones. Los mercaderes, conscientes de los riesgos de errores o fraudes en sus negocios transnacionales, empezaron a emplear revisores externos o internos para validar sus registros, sentando las bases de las prácticas de auditoría modernas. Además, el surgimiento de gremios y corporaciones comerciales impulsó la necesidad de controles más rigurosos, ya que los socios querían asegurarse de que las ganancias se distribuyeran justamente.
Como se aprecia, conocer la historia de la auditoría es mucho más que un repaso de fechas y eventos; es una forma de entender su razón de ser y su impacto duradero. Proporciona a los auditores una perspectiva más amplia de su rol, les equipa con lecciones del pasado y los motiva a enfrentar el futuro con responsabilidad e innovación.
[1] Cursus honorum era el nombre que recibía la carrera política o escalafón de responsabilidades públicas en la Antigua Roma.
[2] Summa de Arithmetica consta de diez capítulos. El noveno de ellos analiza diversos temas entre los que está la contabilidad.
CP Iván Rodríguez - CIE AF
Auditor y consultor, diplomado en Alta Gerencia de Seguros y Derecho de Seguros. Especialista en Dirección Financiera y Desarrollo Organizacional, diplomado en Gerencia de la Calidad. Contador público (CP) de la Pontificia Universidad Javeriana con 20 años de experiencia en diversas empresas. Tiene amplia experiencia en la elaboración y ejecución de auditorías y revisorías fiscales. Dirección y ejecución de asesorías, consultorías y capacitaciones. Colaborador de Auditool.
Bogotá DC, Colombia.