A pesar de que la palabra “ética” es muy corta y fácil de pronunciar, tiene mucho peso, es difícil de vislumbrar y muy complicada de cumplir, además de que todo cuanto implica nos puede llevar al éxito o al fracaso, según como la practiquemos. 

Cuando se tiene que abordar el tema de la ética, en especial entre los jóvenes, se observa que lo consideran como poco trascendental, que van a oír un sermón y, sobre todo, un discurso sin sentido para su vida actual. Muchos jóvenes ven la ética como un tema más filosófico que práctico, como una pérdida de tiempo.

Durante los más de 20 años que tengo de ejercer la profesión y la docencia, al conversar con los universitarios he visto cambios sustanciales acerca de la apreciación que tienen de la palabra ética. En algunas ocasiones da la impresión de que la ven como un concepto que les estorba en su presente para lograr lo que desean; viven a flor de piel con el dicho “el que no tranza no avanza”, que para llegar a la cima no importa sobre cuántos deban pasar, que lo importante es el aquí y el ahora, sin visualizar que los actos de su presente tendrán consecuencias en su futuro, y no solo de ellos, sino de la sociedad en su conjunto.

En la última década, he impartido en diversas instituciones (públicas y privadas), el tema del fraude dentro de las organizaciones, pero una de esas clases marcó una profunda huella en mí; fue en una preparatoria, donde al cuestionar a los asistentes, por qué ser ético, un alumno levantó y sin titubear respondió: “ser ético es ser tonto, es ver cómo los demás se llevan lo que tú pudiste llevarte”. En ese instante quedé petrificada; mis años de experiencia fueron insuficientes para que yo pudiera “carburar” ante la respuesta recibida, pero sabía a todas luces que tenía que buscar ser asertiva para los más de 100 estudiantes que ahí se encontraban.

Mi respuesta fue la siguiente: debemos ser éticos por amor propio, por todo cuanto está en juego, porque debemos ser conscientes de que cada una de nuestras acciones conllevan consecuencias, porque la falta de ética lleva a la autodestrucción del ser humano y su entorno.

Lo anterior, bajo la premisa de que la ética es la práctica de reflexionar sobre lo que vamos a hacer y los motivos por los que vamos a hacerlo, pero siempre visualizando las consecuencias que implican nuestros actos.

Como ciudadanos de un país en donde la carencia de valores va en aumento es necesario hacer una reflexión de qué queremos para nuestros sucesores, es responsabilidad de cada uno de nosotros aceptar las consecuencias de nuestros pensamientos, pero aún más de nuestros actos.

La ética es un valor intangible sumamente importante en las personas, y eso lleva a reflexionar acerca de lo que estamos haciendo hoy en día en nuestro país.

La falta de ética se ha dado porque la gente quiere tener grandes fuentes de ingresos, pero sin realizar el esfuerzo necesario para ello. Hoy se prefiere aceptar un soborno, ser partícipes de la corrupción, sin darnos cuenta de que esta afecta la forma en que se hacen negocios y propicia un clima de cinismo y ventajas indebidas; divide al país y promueve la evasión fiscal y el lavado de dinero, entre otras prácticas ilícitas.

La falta de compromiso y de amor por nuestro país son factores determinantes para caer en malas prácticas. Hoy en día existe una tendencia alta a lo fácil y lo seguro. En todos los ámbitos, personales y profesionales, se observa que los individuos aceptan nuevas responsabilidades, nuevas encomiendas, y, con la mano en la cintura, no cumplen con el compromiso adquirido, dicho actuar crea un escudo protector ante el cambio, haciendo que la voluntad por mejorar quede anulada. Es momento de reiterar que los grandes cambios comienzan en cada persona, y no podemos negarnos al poder de transformarnos. En el caso de las organizaciones, la falta de compromiso con la sociedad implica perder su reputación y, en consecuencia, su salida del mercado.

Hoy escucho a los jóvenes decir que ser ético no es redituable y les puedo asegurar que sí lo es. Si toda la sociedad en su conjunto —desde niños hasta personas adultas—, sin importar el puesto, cargo, función, estudio o actividad que desempeñen, actuamos de acuerdo a valores, cada uno de nuestros actos estará ayudando a tener una mejor familia, una mejor sociedad y un mejor país, veremos que es sumamente redituable ser ético, y no es que la ética per se pague, sino que no tendríamos que pagar las consecuencias de la falta de ética.

Diversos analistas señalan la necesidad de hacer consciencia y enfatizar en que la corrupción es corrosiva, destruye todo. Abraza los ámbitos macroeconómicos y también a nivel micro, erosiona la fertilidad empresarial y acaba con el ímpetu creador. No. El camino ético no es fácil, sin embargo, es mucho más redituable y seguro.

¿Cuál es el desafío?

Considero que el mayor reto está en nosotros, padres o formadores, quienes debemos asumir y tomar las riendas de educar en estos tiempos de turbulencia, donde vemos que ha cambiado el sentido de que la persona vale no por lo que es, sino por lo que tiene.

Los estudiantes tienen el reto de asumir como bandera la honestidad, muchas veces traducida en dejar de copiar las tareas a otros compañeros, de hacer un copy-paste de alguna fuente de información, de anotarse en un equipo cuando no se hizo actividad alguna del trabajo. Entender que, tanto peca el que copia en el examen como aquel que da la respuesta a su compañero, buscar el soborno para obtener una calificación o acreditar una materia.

Como empresarios, si bien el fin como tal es la generación de utilidades, asumir el compromiso ético de buscarlo con honestidad mediante la eficiencia y eficacia de sus operaciones, de la responsabilidad social de sus acciones, así como en el cumplimiento de todas las disposiciones legales.

A nivel de la administración pública: a transparentar los procesos, a fortalecer la imagen de los funcionarios por medio de la rendición de cuentas, cero opacidades y una actuación intachable.
Todo esto quiere decir que si emprendemos el camino de una vida autorregulada, con referencia a ciertos valores de respeto y conservación de la vida humana, de la naturaleza y la promoción de la bondad, empatía y tolerancia, estaremos trabajando para la trascendencia y supervivencia del ser humano.

La libertad de elección es la base de la ética, hoy cada uno de nosotros tomará la decisión de volar al encuentro del destino que cada quien elija, pero recordando siempre que la ética es una tarea indelegable e irrenunciable.

Referencias


 

C.P.C. y M.I.D. Carmen Karina Tapia Iturriaga
Académica de la Facultad de Contaduría y Administración, UNAM
Investigadora del IMCP
Fuente: Revista Contaduría Pública www.contaduriapublica.org.mx

 

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